Publicado en La Voz de El Viso en diciembre 2018.
En estas fechas nuestro entorno cotidiano cambio, calles iluminadas con luces cuando de colores, escaparates dorados, música alegre que en conjunto despiertan emociones no solo aquellas placenteras sino también aquellas que intentamos olvidar acorde a nuestras experiencias vividas.
Las emociones más comunes son:
- Alegría por reunir a la familia, ambiente de fiesta al engalanar y decorar la casa.
- Tristeza por las ausencias, desde aquellos que nunca más nos acompañarán hasta por lo que por motivos laborales o de salud se hallen fuera.
- Enfado. Suele aparecer pues al aumentar el número de familiares y amigos es muy común tener malentendidos o una mala gestión de los eventos.
- Frustración porque no se cumplen las expectativas.
- Desanimo y apatía, pues cuando el tiempo de vacaciones se alarga entremos en un bucle de aburrimiento como si se repitiese una y otra vez el mismo día.
¿Qué hacer ante los cambios emocionales que nos acontecen?
Lo más importante es identificar como nos sentimos, no lo que deberíamos sentir. Quizás este año estes triste, pues me acepto y no intento radiar felicidad. Una vez que identifiquemos nuestra emoción, iniciaremos un proceso para comprenderla y encontrar la causa o motivo que provoca que aflore en mí este sentimiento. Tras este análisis, regularemos nuestras emociones intentando adaptarnos a cada situación que se nos presente pero sin esconder ni enmascarar nuestro estado de ánimo.
Después de conocer y analizar nuestro sentir navideño solo cabe darnos la oportunidad de tener una actitud distinta, por ejemplo la cena de navidad no tiene ser perfecta, quizás si la planteamos como un encuentro y observamos que aporta cada uno de los comensales, al ponderar, ganara la presencia de este, pues quizás al cambiar nuestro punto de vista aquello que era un desastre se puede convertir en un encuentro inmejorable.
Recordad, «la mitad de la belleza depende del paisaje, y la otra mitad de quien lo observa»
Felices Fiestas!!!