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Llega la Navidad y tú ya no estás

Publicado en La Voz de El Viso en diciembre 2015.

Próxima a las fiestas que nos acontecen, esta frase surge de forma espontánea en nuestro pensamiento. La pérdida en si misma es un evento perturbador. Cuando hablamos de pérdida, en general, pensamos en un fallecimiento, pero no tiene porque ser así. La pérdida puede ser una ruptura sentimental, la desaparición del núcleo familiar.

Al inicio pensamos que no podremos superar la situación, para ello es necesario realizar un compromiso con nosotros mismos y trabajarlo desde nuestro interior. Este compromiso nos permitirá aceptar la pérdida y delimitar un «antes» y un “después” ante este suceso.

La pérdida de un ser querido provoca una devastación emocional: el doliente ahora vive mediante el apoyo a la ausencia del ser amado, que pone fin a los proyectos conjuntos, asume ciertas actividades solos y en el dolor de realizar aquellas que hacían juntos. Ante esta situación, al principio nos damos por vencidos, pero es necesario esos tiempos de derrota para asumir nuestra nueva realidad.

Los expertos dicen que se necesita un promedio de dos años para superarlo. Aunque depende de la intensidad del dolor que obedece en gran medida ala relación que teníamos con el ausente y las circunstancias de la desaparición.

Elizabeth Kübler-Ross, psiquiatra suiza, fue la pionera en identificar las diferentes períodos por lo que pasa un individuo para superar la ausencia de un ser querido. Desde diferentes escuelas psicológicas han abordado esta temática, pero todas mantienen con núcleo central, la propuesta original de Kübler-Ross. Las etapas se describen a continuación;

  1. La Negación: el anuncio de la pérdida, uno entra en una especie de burbuja. Se siente anestesiado y distante. Llegando a sentirse excluido de la vida normal y el mundo que le rodea. Algunos se niegan a creer lo que está sucediendo y continuarán para planificando actividades con los ellos.
  2. La Negociación: recuperar nuestra vida normal, nuestras vidas «antes» y está dispuesto a cambiar para que eso suceda. Esta es otra forma de negación. Aunque en realidad no creemos en el retorno de los que se fueron, nos imaginamos que si hubiéramos actuado de manera diferente en tal o cual caso, la partida no habría ocurrido. La culpa también se alimenta este paso.
  3. La depresión / tristeza: la realidad se pone al día. Nos damos cuenta de que los sueños y proyectos comunes que nunca se harán realidad.
  4. La Ira: En este periodo aparece la ira o frustración al no aceptar la nueva situación. A menudo acompañado de la culpa, de cómo podría haberse evitado, como no me di cuenta antes; etc.
  5. Aceptación: gradualmente asentimos a nuestra nueva realidad. Tenemos nuevos proyectos, nuevos sueños. Cuando una persona llega a esta etapa, ya concluido sus asuntos incompletos, ha gestionado su ansiedad y sus miedos.

Es importante entender que cada duelo es único. Algunos de estos pasos se puede experimentar con más intensidad que otros. Por encima de todo, no se trata aquí de pasos que siguen un orden específico. Uno puede sentirse enojado un día, una gran tristeza al día siguiente y luego de nuevo la ira o culpa al día siguiente.

El duelo es aprender a vivir sin el otro, pero no a olvidarlo. Cuando intervenimos en el proceso de duelo, los psicólogos favorecemos a establecer una relación especial con él y seguir viviendo. ¿Cuál era la relación entre el ser querido y nosotros? ¿Cómo perpetuar este vínculo?. Es importante recordar a la persona, su evolución y la relación que tuvimos con ella, buena o mala. Tal vez esta relación no siempre fue ideal. No hay que rechazar estos aspectos negativos, ya que sin ellos la persona ausente no hubiera sido lo que fue. Esto no es solo para recordar lo positivo, sino para recordar a la persona en su plenitud, con sus claros y con sus sombras, para continuar viviendo, retomar el amor sin heridas y sin baúles cargado de rencor.

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